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octubre 14, 2025

Peregrinos relataron el cansancio, pero también el sentir el abrazo de la Virgen

Con la fe intacta, llevando agradecimientos y con la esperanza de que sus pedidos sean escuchados, más de 150 000 personas volvieron a convertir a la Peregrinación Juvenil del NEA, en un acto de religiosidad multitudinario. La intensa lluvia del sábado no frenó el caminar hacia la basílica de Itatí y muchos de los devotos ya fueron llegando el sábado por la noche.

En la mañana de ayer, se realizó la misa central que fue presidida por el arzobispo de Corrientes, José Adolfo Larregain. Habló sobre el ser peregrino. Para él, es quien abre los ojos y el corazón, “es no acostumbrarnos al sufrimiento ajeno, es animarnos a ser solidarios”.

“Implica mirar la realidad con fe, comprometerse con responsabilidad y actuar con acciones concretas de amor y justicia. Es aprender a ver el mundo como lo ve Cristo, con una mirada que no se queda en la oscuridad, sino que abre senderos hacia la luz”, dijo.

Otro momento central fue el traspaso de la imagen peregrina de María de Itatí de la diócesis de San Roque (Sáenz Peña) a la arquidiócesis de Corrientes. Para finalizar, la imagen de la Virgen recorrió todo el frente de la Basílica, acercándose a los fieles.

Pedir y agradecer

“Todos los años vengo a agradecer, pero ahora vine a pedir por un amigo que está hospitalizado, pedí fuerzas para él y para su familia. También vine por una amiga que se va a operar y por un tío que está muy enfermo. Siempre agradezco y pido por la familia y la salud”, contó Lucas Sánchez a República de Corrientes.

Por su parte, Hertmy Rojas expresó que “necesitaba entregarle a la Virgen mi mochila y agradecerle por todo lo que ella nos da”.  Es la segunda vez que va, la primera fue hace seis años.

“Me sentí agarrada por la Virgen en el primer escalón de la escalinata de su casa. Es donde el cuerpo te avisa es acá, se corta el dolor de todas partes y la sensación es escuchar: ‘¡Llegaste, hija!’”, relató Hertmy.

“Soy de la sociedad de peregrinos Virgen del Rosario, que ya vinimos el 5 de septiembre. Había promesas que pagar y mucho que agradecer. Fue una experiencia única y muy especial porque nos tocó un diluvio que no paraba, pero que a la vez nos emocionaba, y nos daba como ese empujón al llegar”, contó Griselda Ramírez.

Con un grupo de amigas, llegaron a las 5.30 de ayer, “ya queriendo cada dolor porque sabíamos que lo entregábamos a María de Itatí. Todo fue por ella, por mamita”.

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